Impacto ambiental: balneario con su planta de agua residual

Mostrar que en un lugar bello el medio ambiente es también una preocupación, es el punto central de la historia de los residentes de un apacible balneario en Curazao. Los huéspedes del balneario Sunset Waters Beach Resort en la costa oeste de Curazao,
Antillas Holandesas, se deleitan los ojos con algo más que las frondas de palmas y el mar azul.
A poca distancia de la entrada del hotel, puede verse un conjunto de bloques de cemento, fragmentos de corales y tubos negros de plástico, todo ello parte de la nueva instalación de aguas residuales que los propietarios escogieron deliberadamente colocar a simple vista.
"Se me ocurrió que le diéramos prominencia", afirma la copropietaria del balneario, Ricki Harris. Por más feo que parezca, el propósito es demostrar el sistema benéfico para el medio ambiente, que reemplaza el método menos responsable de sencillamente descargar los residuos por tubos en el mar. El hotel planea usar el agua reciclada para rociar sus árboles y flores. "Esperamos que esto se imite por toda la isla", agrega Harris.
Es un poco prematuro juzgar la estética de la estructura recién terminada, que también funcionará a manera de jardín. Ya hay abundantes plantas de albahaca, un ave del paraíso y árboles de papaya entre las blanqueadas rocas de coral.
Ambicioso programa
El sistema ecológico de tratamiento de aguas de Sunset Waters es lo de menos. El hotel ha emprendido un ambicioso programa de difusión ambiental dirigido a los escolares de la isla. Está efectuando el primer estudio sistemático de la zona de los arrecifes para localizar los criaderos de la vida marina y otras zonas delicadas. Hay otras iniciativas en ciernes, como instalar atracaderos permanentes para alentar a los pescadores curazoleños a dejar de anclar sus embarcaciones en los corales vivientes.
Sunset Waters abrió en 1958 con el nombre de Coral Cliff y.
Pecados del pasado
En 1998, Harris y su marido, Lee, se asociaron con los promotores inmobiliarios de Chicago S. Bismarck Brackett y David M. Peluso para comprar el hotel. Primero querían corregir los pecados ecológicos cometidos en nombre del turismo. El más grave era la playa misma, una creación artificial de arena traída de otro lugar.
Los nuevos dueños armaron una barcaza con una aspiradora de motor de turbina para limpiar el sedimento que no pertenecía naturalmente a aquel sitio. Poco después de la limpieza, el arrecife floreció al llegar más luz solar a los pólipos vivientes.
Lee Harris promovió el ecoturismo y estableció una ruta de buceo delante del hotel para los huéspedes.
Tristemente, en marzo del 2003, Lee Harris desapareció durante un viaje en kayak, y se supone que se ahogó. En recuerdo de su marido, Ricki creó el Proyecto de Arrecifes de Lee y el Fondo de Conservación de la bahía de Santa Marta.
"La isla entera se está sumando a estos esfuerzos’’, dice Harris, abogada de unos cincuenta años que trabaja en la división de fideicomisos y sucesiones de la casa de subastas Bonhams & Butterfields. "Nunca quisimos limitarnos a decirle a la gente lo que les convenía, y ellos se están incorporando y diciéndonos lo que quieren. Es fabuloso’’.
Llámelo como quiera: administración responsable o inversión mercantil sensata. De una forma u otra, el desarrollo respetuoso del medio ambiente es la mejor manera de preservar tanto el entorno como la economía turística que aquel hace posible.

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